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dimarts, 16 d’abril del 2013

Bangkok

La primera sensación que tuve de Bangkok fue de ser una ciudad con muchos árboles. Casi todas las calles eran arboladas, lo que se agradece mucho. La capital de Tailandia es, además, una ciudad bastante limpia aunque su tráfico es siempre horrible. No obstante, numerosos puntos de la ciudad están conectados ya sea por su única y eficiente línea de metro o por sus tres rápidas líneas de Skytrain, con lo que no siempre nos veremos atrapados en los atascos eternos de sus calles y avenidas.

Llegamos en tren desde Ayutthaya a la gran estación de Hualamphong, de estilo europeo. Desde allí, llegamos en transporte público hasta la parada de Skytrain de Surasak, ya que en dicha calle se encontraba nuestro hostel: el Saphai Pae. Por cierto, uno de los mejores hostels de mi vida. Ocupa un edificio entero de cinco plantas y ofrece todo tipo de habitaciones, limpias, frescas, con camas grandes y cómodas a muy buen precio. Los baños comunes son cómodos, amplios, modernos y muy limpios. Pero lo mejor es el restaurante que hay en el interior, el Bangkok Dining, que ofrece una amplia variedad de tradicionales platos thai a precios razonables y todo de buena calidad Allí cenamos varias noches diversas delicias de la cocina tailandesa.

Una vez instalados nos fuimos a dar una vuelta por la cercana avenida Silom, uno de los núcleos de la marcha nocturna de la ciudad. La verdad es que Bangkok recuerda mucho al urbanismo de cualquier ciudad europea, con bajos comerciales y edificios de apartamentos no demasiado altos en general. Andando por esta avenida vimos desde fuera un curioso y colorido templo hindú. Nos encontramos también con el animado mercadillo nocturno de Patpong. Estas calles son famosas por ofrecer los shows que los turistas siempre buscan. En efecto, se trata de los típicos "ping-pong" shows dónde, además de ver a mujeres desnudas lanzando bolas de ping-pong desde sus vaginas, harán todo tipo de excentricidades como sacarse cuchillas realmente afiladas de su interior, sacarse pañuelos, fumar con su vagina, tocar trompetines soplándo por su vagina e incluso lanzar afilados dardos con sus vaginas que harán explotar globos que nosotros mismos sujetaremos. Todo eso mientras desfilan cientos de ellas completamente desnudas en las barras de las decenas de bares a pie de calle.

Tened cuidado con las estafas, ya que suelen haber buscadores que ofrecen entrar gratis a estos locales y cervezas a 2 o 3 dólares. Sin embargo, a nosotros nos pasó que al salir, varias chicas bloquearon la salida y el gerente nos informó que habían un coste de la entrada de 40 dólares. Obviamente, dicho coste no había sido señalado por el buscador que nos llevó hasta allí por lo que nos negamos en redondo a pagar dicha cifra. Tras varios minutos de discusión, amenazamos con llamar a la policía, con lo que todo se resolvió. Repito, tened cuidado, las estafas abundan.

El equivalente de estos espectáculos pero con hombres se encuentra en las calles cercanas de Soi Pratuchai. Además de estos espectáculos también hay varios bares de buena música en directo en estas calles. Sea como fuere, es un lugar muy curioso al que hay que ir una vez en la vida. Lo bueno es que está en un barrio central de Bangkok con mucha gente y bastante sensación de seguridad.

Al día siguiente nos levantamos temprano. Queríamos aprovechar para conocer el centro de la ciudad. Por eso, tomamos un ferry público al lado del puente Saphan Taksin y recorrimos el movido Mae Nam Chao Phraya, el gran río de la ciudad, siempre lleno de barcos con templos de todo tipo a ambos lados. Bajamos en la parada más cercana al Ko Ratanakosin, el área amurallada donde se concentra el Palacio Real, templos reales y diversos ministerios. Antes, pasamos por fuera del Wat Pho, el templo más antiguo y grande de Bangkok. Aquí se encuentra un gigantesco Buda reclinado que pudimos admirar desde fuera. Seguimos bajo el sol hasta llegar a la entrada del recinto real. Allí, tras vestirnos convenientemente con ropa larga que prestan, y tras pagar la cara entrada, accedimos al complejo de templos reales, muy bello, en el que destaca el Wat Phra Kaew, también conocido como el templo del Buda de jade, con paredes forradas de oro y joyas y suelos de mármol comodísimos (hay que descalzarse). En su interior se encuentra uno de los Budas más reverenciados de Tailandia. Fue secuestrado por fuerzas de Laos para volver posteriormente a Tailandia. 

Los murales interiores de esta capilla muestran la versión tailandesa de la historia épica hindú del Ramayana. Asimismo, en las columnas se narra la vida de Buda. El conjunto impresiona y da una sensación de gran serenidad. Aunque el calor del exterior y el gran número de turistas puede llegar a saturar. Es impresionante también una gigantesca maqueta a escala hecha de piedra de Angkor Watt que hay en una de las plazoletas de este conjunto de templos.

Dejando atrás la zona de templos llegamos al jardín frente al Gran Palacio, un curioso edificio que mezcla de elementos occidentales con tailandeses generando un resultado sorprendente. Normalmente sólo se usa para ceremonias de coronación, especialmente los salones anexos, esos sí, de total estilo tailandés. En estos salones del trono estaba prohibido hacer fotos pero yo pude llevarme una a escondidas que aquí os dejo.

Saturados de la realeza tailandesa, decidimos cerrar nuestra visita al complejo real con una fugaz visita al moderno museo del vestido, situado en otro de los bellos palacetes. A pesar de que la explicación sobre cómo se elabora la seda tailandesa es interesante, y de que numerosos vestidos usados por la Reina sorprenden, lo cierto es que el museo destila un excesivo tufo propagandístico hacia la actual esposa del monarca tailandés.

A las puertas de la blanca muralla que separa el complejo real de la ciudad tomamos un tuk tuk rumbo a la famosa Khao San Road. A toda velocidad y en ocasiones a contra dirección, sorteamos el caótico tráfico de Bangkok hasta llegar a esta calle, llena de mochileros de todo el mundo donde se puede curiosear en su mercadillo, sorprenderse con los centenares de hostels disponibles o comerse un buen Pad Thai recién hecho a precio de risa. Este plato, normalmente a base de arroz o de tallarines de harina de arroz se saltea en wok con diversas verduras y huevo. También suele llevar gambas o carne y se puede hacer picante a elección del consumidor. Lo mejor son los cacahuetes rallados que lleva por encima.

Como hacía demasiado calor, decidimos volver en taxi al hostel, atravesando las diversas avenidas de la ciudad, enormes y arboladas. Pasamos también por el barrio de los Budas, donde decenas de establecimientos venden figuras de Buda de todos los tamaños y materiales, siendo que las más grandotas están en las aceras.

El penúltimo día en Bangkok lo dedicamos a visitar el mercado de Cha Tu Chak, uno de los más grandes del mundo. Pasamos por el monumento a la Victoria, situado en una gigantesca rotonda que deja claro que Bangkok es una gran ciudad. Una vez en el mercado, nos zambullímos en un mar de zapatos, camisetas, estatuas, ambientadores de todo tipo, mascotas, comida, flores... es increíble la cantidad de productos disponibles que hay.

Posteriormente no dirigimos a la moderna zona alrededor de la avenida Siam, llena de luces, neones y modernos centros comerciales. Tras descansar un rato nos dirigimos al Hotel Lebua. En la última planta de la impresionante State Tower se encuentra el Tower Club, siendo el bar al aire libre más alto del mundo. Este lounge es muy famosos porque apareció el la película "Resacón en Bangkok". Lo cierto es que impresiona bastate. Lo preside todo su cúpula dorada, bellamente iluminada. El aire de esas alturas azota fuerte en determinados puntos del bar. Un bellísima vista de todo Bangkok rodea la fiesta mientras un elegante grupo de música ambiental tocaba canciones míticas y su vocalista las cantaba. Había una zona con mesas y otra para bailar, con la barra sirviendo elegantes cócteles. Una fuente en la mitad acaba de redondear la elegancia y buen gusto presentes en esta zona.

Mi último día en Bangkok lo dediqué al mercado flotante de Damnoem Saduak, uno de los más populares. Allí, tras dos horas en furgoneta desde Bangkok llegamos a un embarcadero. Subidos en una de esas barquitas llegamos hasta el mercado, donde centenares de puestos al borde del río nos ofrecían sus productos. Lo cierto es que nos decepcionó bastante en el sentido que estaba demasiado enfocado hacia turistas y había perdido parte de su encanto original. Nosotros buscábamos un mercado verdadero, de frutas y verduras, y no aquel esperpento lleno de souvenirs de todo tipo. Por supuesto, también habían frutas, verduras y comida cocinada en los barcos que estaba deliciosa. Aunque no era lo que me esperaba, tampoco estuvo mal. Probamos bastates comidas tradicionales entre barca y barca.

En el camino de vuelta a Bangkok paramos en el templo de Nakhon Pathom Phra Pathom Ched, impresionante, con un gran "chedi" (torre acampanada) que fue construída recubriendo el antiguo Chedi. Pudimos ver como los fieles donaban pequeñas cantidades para obtener barritas de incienso que ofrecer a Buda así como papelitos de oro que pegar a las estatuas.

Bangkok me pareció una ciudad en toda regla, con muchísimas cosas para divertirse. Tal vez turísticamente no tenga tanto como pensamos. De todas formas, lo que nos mató a nosotros fue el calor insoportable y pegajoso que nos quitaba las ganas de ver cosas. No creo que Bangkok deba ser un destino en sí mismo, y menos para los que tengan que tomar un vuelo transoceánico para visitarla.

Me gustaría volver a Tailandia, pero esta vez al norte, a Chiang Mae. Todo el mundo me ha dicho que es lo mejor del país sin duda.


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